28 marzo 2007

de paso

22

Cuando las fotografías comienzan a sangrar
prefiero dejar al incendio comer tranquilo tras mi espalda.


24

El presente no dejará de temblar
mientras al tiempo le falten dientes para masticar tragedias.


25

Mientras escribo
hay gente colgando del mundo.

17 marzo 2007

I

A quienes no volvieron, y a los idiotas


Ella nananeaba como si estuviera en un mundo que no era este. Le hemos dado la medicina tal cual como lo indicó el médico. Y a mi me gustaba mirarla cuando parecía irse, incluso a veces quería irme con ella, pero era imposible, de alguna manera a mi sí me gustaba estar entre el ruido de este mundo. Nos preocupa su futuro, es una mujer inteligente y amable, y suponemos que el tratamiento le ayudará a no dejar sus obligaciones. Una vez le pregunté dónde estaba en esos momentos, y respondió "aquí", mirándome a los ojos y sonriendo de una manera tal que llegué a pensar que era feliz. ¿Internarla?, perdóneme, pero ella no está loca, sí es cierto que a veces nos sorprende con algunos ataques de abulia, pero son sólo momentos. Podíamos estar minutos en silencio frente a un vaso de cerveza, y conversar luego, largamente, de lo que nadie conversaba en esos días. Para nosotros no es fácil tomar esta decisión, quizás ni ella esté de acuerdo, siempre ha sido responsable en sus trabajos y no creemos que sea lo más apropiado. También comentábamos las noticias del día y siempre terminaba diciendo "todas estas enfermedades son producto de la telaraña que ellos tejen", y luego comenzaba a nananear nuevamente, melancólicamente, eternamente. ¿Y cuánto tiempo sería?, esto parece un infierno, ya no sabemos qué hacer, y déjeme decirle que si aceptamos esta decisión es solamente porque la desesperación nos tiene enfermos, usted no sabe el dolor que sentimos cuando ella no nos habla. Odiaba el encierro, los deberes la ponían de mal humor, intenté explicarle en algún momento que aquí las cosas tenían que ser así porque de otro modo todo andaría desorganizado, pero le bastaba una frase para echar todo mi discurso abajo; siempre quise besarla en esos momentos, pero no me atreví. Dígale que mañana vendremos en el horario de visita... y que la queremos mucho. Te quiero, le dije, una y otra vez cuando tuvo que irse, yo no estaba de acuerdo, pero yo no era nadie, sólo era un simple idiota.