18 enero 2009

Poemas de Jorge Enrique Adoum (Ecuador, 1926)

Este es de esos poetas que uno agradece encontrar

De Ecuador Amargo (1949)



El desvelo y las noticias

En mitad de la noche despierto
y me levanto como para vestirme,
como para llorar o para ver si duermes
lateral y desnuda.

Pero es cierto:
Ya no tengo tu voz saliendo
debajo de mi boca, ya no tropiezo
con tus tristes zapatos las mañanas,
ya sólo yo, yo solamente y solitario
en los almuerzos y en el hambre,
visitante extranjero de costumbres
que se me habían ido como una
edad, yo nuevamente familiar y ajeno.

Pequeña lastimada, tú
desempleada, tú compañera,
todo el día en los climas de la ira:
cada sábana me hiere todavía
tu cadera, y me duelen
él, ellos, los compañeros
buscados, los espesos escondidos,
los cadáveres compañeros. Cómo
no iban a dolerme si hay tanta
agua que no puedo sobornar, pasaportes,
gobiernos que nos odian, y sobre todo
esta pobreza guardiana,
portera, tutelar.

Cuando en la lluvia, cuando
en mi taza de café me quedo,
cuando en mi ropa, y el sueño
a ti sola te circunda,
y yo no sé nada de ti, como
si nunca hubiérate esperado
en una esquina o una cama,
y me pregunta “¿qué sabes
de tu compañera?”, callo,
pienso en velorios, en trenes
que no paran hasta el norte,
ya me parece sombras, ya
me parece lloro, ya cuchillos
en los que Pepe, Antonio, Angélica
o Elías o cualquier hermano
me escribiera: “Tu compañera
fue herida ayer. Tu compañera
fue asesinada el lunes. Fue desterrada
al sur tu compañera, a las islas
que el mar rechaza de la costa.
No está tu compañera”

¿No está mi compañera? ¿Y todo
porque tenía la costumbre
de vivir, porque acostumbra
defenderles el vientre a las mujeres,
los huesos a los trabajadores
y a los niños sus tinteros?
Todo porque vas, madrugada
a madrugada, a las paredes
de la ciudad, dejando allí
tu porción de patria y voluntad,
tu nombre fácil, tu nombre
Rojas, hasta abajo
del pueblo.

Y entonces no pregunto
a nadie por ti, ni a ti,
ni al corazón con su ronca
campana intermitente. Pero odio
de nuevo, y otra vez amo mi odio
adherido, como una araña húmeda,
a la pared del alma: ya no por sucias
mariposas mi temblor y mi asco:
es por los escuadrones, por la aritmética
de su formación para el destrozo;
ya no a las hinchadas cucarachas
alineadas mi puntapié de náufrago:
pero a la dentadura policía,
pero al próximo cadáver, necesario,
presidencial, agrietado, escogido
entre sus desventurados almirantes.

Y te espero.
En estos meses largos,
del 1 al 30, y aún más, al 31,
cada tarde busco tu carta
que no llega, como el sueño
a veces, busco trabajo, busco
una pieza, miro el mar
con su pobre vecindario de alas
y de mástiles, pregunto
cuánto cuestan las cosas
que nos faltan: una hamaca,
diez minutos sin zozobra,
un plato nada más y dos cucharas,
y esa venganza que me golpea adentro
como te golpearía el hijo a estas horas.
En mi cama suelo pensar: yo reconozco
que es vegetal tu resistencia, y tu destreza
para entrar en mí, definitivamente,
como en tu dormitorio.

Pero de pronto,
otra vez tengo miedo y me levanto,
y otra vez el odio gotea al esqueleto
su ácido común, recibo tientas
la noticia, indago por tu cuerpo
que antes estaba dentro de tu nombre,
y no está, como Joaquín (sólo sus botas
debajo de su cama, sólo su saco
esperándolo cuatro meses en la puerta).
Como él, sigues siendo una noticia
no confirmada aún por el encuentro,
y la esperada, ah separada,
ah la que templó mi verso
y mi cerveza, la que alabé en mi canto
de esponsal y de vieja batalla comenzada.

De Prepoemas en postespañol (1979)


Corazonada

era por descostumbre de la muerte por desmuerte

que decía el lunes la semana que viene el año

próximo

hablando de las cosas con que uno se mortaliza

pero tú eres lo premortal impostergable

tú el duradero instante siempre urgente

en mi necesidad de tu sur desangustiante

y entonces no sabía como ahora que de pronto

no iba a haber más tú puede no haber más días




En el principio era el verbo


te numero, te teléfono aburrido

te direcciono (callo, caso y escalero)

te habitacionada ya te lámparo te suelo

te vaso te enfósforo te libro

te disco te destoco te desvisto desoído

te camo te almohado enciendo descobijo

te pelo te cadero me cinturas

nos trasvasamos labio a labio

me embotello e tu adentro

nos rehacemos te desformo me conformo

miltuplicada tú yo mildividido




Mal de la tierra


y a mi quién diantre me mandó a que me metiera

en tu camisa-de-once-varas de tu vida

si me quedaba bien la soledad como otro

esqueleto

quién me mandó a inventarme en la post-tarde

el pasado que quise haber tenido de ayer en

adelante

si no eran conmigo tus proyectos de victoria

contratigo

sudamérica otra de tu cadera izquierda para abajo

quién acaricia tu brasil desangular y ascua

quién te besa la sal húmeda de tu norte de chile



15 enero 2009

Desde este rincón

09 enero 2009

Poemas de César Vallejo (Perú 1892-1938)

De "Poemas Humanos" (1923-1938)


Un hombre pasa con un pan al hombro.
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?

Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila,
mátalo
Con que valor hablar de psicoanálisis?

Otro ha entrado a mi pecho con un palo en la mano
Hablar luego de Sócrates al médico?

Un cojo pasa dando el brazo a un niño
Voy, después, a leer a André Bretón?

Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
Cabra escribir, después, del infinito?

Un albañil cae de un techo, muere, y ya no almuerza
Innovar, luego, el tropo, la metáfora?

Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
Hablar, después de cuarta dimensión?

Un banquero falsea su balance
Con qué cara llorar en el teatro?

Un paria duerme con el pie a la espalda
Hablar, después, a nadie de Picasso?

Alguien va en un entierro sollozando
Cómo luego ingresar a la Academia?

Alguien limpia un fusil en su cocina
Con qué valor hablar del más allá?

Alguien pasa contando con sus dedos
Cómo hablar del no-yo sin dar un grito?

5 de nov. 1937.




Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y , sin embargo,
se complace en su pecho colorado;
que lo único que hace es componerse
de días;
que es lóbrego mamífero y se peina...

Considerando
que el hombre procede suavemente del trabajo
y repercute jefe, suena subordinado;
que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos,
su fórmula famélica de masa...

Comprendiendo sin esfuerzo
que el hombre se queda, a veces, pensando,
como queriendo llorar,
y, sujeto a tenderse como objeto,
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona...

Considerando también
que el hombre es en verdad un animal
y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la
cabeza...

Examinando, en fin,
sus encontradas piezas, su retrete,
su desesperación, al terminar su día atroz,
borrándolo...

Comprendiendo
que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente...

Considerando sus documentos generales
y mirando con lentes aquel certificado
que prueba que nació muy pequeñito...

le hago una seña,
viene,
y le doy un abrazo, emocionado.
Qué más da! Emocionado... Emocionado...

22 de Oct. 1937


Intensidad y Altura

Quiero escribir, pero me sale espuma,
quiero decir muchísimo y me atollo;
no hay cifra hablada que no sea suma,
no hay pirámide escrita, sin cogollo.

Quiero escribir, pero me siento puma;
quiero laurearme, pero me encebollo.
No hay voz hablada que no llegue a bruma,
no hay dios ni hijo de dios, sin desarrollo.

Vámonos, pues, por éso, a comer yerba,
carne de llanto, fruta de gemido,
nuestra alma melancólica en conserva.

Vámonos! Vámonos! Estoy herido;
vámonos a beber lo ya bebido
vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva.

27 de Oct 1937

éso por ahora...