31 octubre 2007

Desapariciones

Me tomo la libertad de escribirle por dos motivos, primero porque usted dijo que sería feliz si recibiera una carta, y segundo, para qué le voy a decir una cosa por otra, aquélla noche en que usted y yo, usted sabe, pues… se portó como una diosa. No se lo tome usted a mal, pero desde esa noche siento que si no la veo de nuevo el pecho se me a undir para adentro. Hace muchos años que no me sentía tan querido ni quería tanto, y aunque usted hablo harto, y yo no le entendi mucho, eso también es para mí como una hermosura suya. Yo lo único que he leido en mi vida y que me acuerdo son unas hojas arrancadas de un libro, que decían en una parte que uno no tiene para qué preguntar a alguien sobre su pasado porque las personas nacen cuando se encuentran. Usted se nota que no es de estos barrios, se le nota en la cara que no ha comido las comidas que los de acá comimos, pero también se le nota una tristeza que a mi me gustaría sacársela porque usted es tan bonita mi negra. ¿Se acuerda que así le decía mientras, usted sabe?… aunque usted no sea ni tan morena, a mi me gustó decirle mi negra, es como de cariño, pero si le molesta puedo decirle de otra manera. Le dejo esto aquí, en su departamento, y le pido que me permita verla de nuevo, le dejo el número de mi compadre 6342138, ahí pregunte por mí y me deja algún recado si no estoy, ya se habra dado cuenta que en mi cuartucho no tengo teléfono, pero mi compadre es de confianza. Perdone si escribi mal alguna palabra, usted se dará cuenta, pero yo no.
Suyo,
Florencio


Después de leer la carta que había encontrado en el departamento 34, doña Rosa la apretujó entre sus manos, respiró profundo, y se la metió entre los sostenes. Agarró sus llaves, y salió del departamento. Ya eran las seis, la hora en que sus sopaipillas se vendían como pan caliente.
Al volver, a éso de las doce, vió a un hombre borracho en la puerta del 34, apoyado en la puerta como abrazándola, y sin hacer ruido se fue acercando. El hombre era de mediana estatura, llevaba un bestón café, roto en sus terminaciones, pantalón también café con una basta a medio terminar, y entre sus manos unas flores medias decaídas. Doña Rosa se acercó más para oír y

“ Ya pueh, no se haga tanto de rogar po eñora, no ve que toy como volcán, ha pasao harto tiempo y uté ni luces de su presencia, pero yo sé que esta ahí dentro y que se hace la cucha. O ta enojá? Ta enojá… ta enojá porque le mentí, puta mi negra es que como le iba a decir que no sé escribir… o sea, escribir bien, por éso le tuve que pedir a mi compadre que me echara una manito, pero yo le dicté too, toíto se lo dicté yo… así que ya no esté enojah oiga y sálgase, ábrame la puerta….”

Doña Rosa no sabía qué hacer, se arregló el cabello, se echó un perfume que se había comprado para espantar el olor a fritura, se zamarreó la falda para arreglársela con cuidado de que no se le cayera, y empezó a caminar lento

“ si yo le dije que hace tiempo no hacia na de eso po, ya, si sé que me costó sacarle la prenda, pero uté también reconozca que estaba apuraita y má me ponía nervioso a mi po, ya po eñora, mi neeeegra, ábrame la puerta… ¿O ta triste?, oiga si tá triste podemo conversar ah, yo soy re weno pa echar andar la lengua. Yo la escuché llorar esa noche antes de levantarnos… así que no se me haga la cucha”

-Su negra no está na oiga- Dijo Doña Rosa.
-¿Y a voh quién te invitó al baile?- Respondió Florencio.

En este momento dejo de escribir porque no sé qué le pasó a la negrita de Florencio, y si yo no lo sé, usted menos.


-Yo soy su negrita po, o ¿no se acuerda?- Pícara doña Rosa se fue acercando.
-Seré borracho pero no hueón, uté no alcanza ni hacer la mitá de mi negra, no era tan flacuchenta po, si yo sé aonde agarro- Respondió borracho, pero seguro, Florencio.
-Má rara tu negra.
-No, eñora, no eh ná rara.
-Ah buena y entonces ¿cómo eh?.
-Bonita po, re linda e mi negrita… no como voh.


Doña Rosa se metió las manos entre la blusa y sacó la carta, la arrugó más de lo que estaba y se la tiró por la cabeza a Florencio.


-Te están diciendo viejo porfiao que la eñora no esta na ahí. Y ademá, si voh erai el novio por qué no te apareciste el domingo pasao cuando- Se quedó callada, Florencio la quedó mirando, el único puente entre los dos era el silencio. Pero algo raro tenía ese silencio, era de los que tienen olor a flores y a lamento.
-Y por qué teni voh esa carta- Refunfuñando exigió respuesta Florencio.
-La encontré ahí dentro po, si yo le arrendaba el departamento a la eñora.
-Sabí qué, me aburriste. Dijo el hombre borracho. Tiró las flores al suelo, miró la carta botada, pero ahí la dejó, y se fue zigzagueante.

Doña Rosa recogió las flores y la carta, guardándosela nuevamente entre los sostenes. Entró a su departamento, buscó en un mueble, sacó de un cajón un florero lleno de polvo, lo limpió, le echó agua y dejó ahí las flores.


Florencio comenzó a caminar de un lado para otro por la calle, despertó a un anciano que dormía en un rincón para preguntarle por la negrita, pero el anciano le dijo que hueveara en otra parte. Siguió caminando con un notable levantamiento de rodillas en cada paso para asegurar la estabilidad, y se acercó a unos carabineros haciéndoles la misma pregunta. Pero ellos también lo mandaron a otro lugar, y le dijeron que para qué se desesperaba tanto si todos las gatas eran negras de noche. A Florencio le dieron ganas de escupirles la cara, pero no era tonto. Siguió andando, y de pronto, después de años, comenzó a sollozar y a preguntar bajito por la negra, le preguntó a un perro medio cojo, pero éste no le ladró nada. Siguió caminando y empezó a subir de a poquito el volumen, pero las luces de los departamentos por los que iba pasando seguían apagados, Florencio se daba cuenta de que nadie despertaba, y de que estaba solo en la plaza, hasta que vio una ventana con luz. En ella se veía la sombra de alguien frente a algo, una pantalla, la sombra parecía estar muy atenta como si estuviese leyendo o escribiendo. Florencio se acercó al edificio, se puso las manos en la boca para dar dirección a su voz, y gritó hacia la ventana ¡¿Dónde está mi negra?! Y la sombra se puso de pie

17 octubre 2007

Lo fantástico

La soledad tiembla cuando dos coinciden en una misma esquina.

No fue el gusto por las técnicas cinematográficas de los años, ni tampoco el gusto que compartíamos por los Stray Cats. Que me hablara de Antígona y el sentido de la tragedia griega, o que conversáramos hasta las cuatro de la madrugada sobre orquestas o mayéutica no me conmovía tanto como la torpeza con que él hablaba.

Fue la luz.

La primera coincidencia fue en la esquina de San Antonio con Huérfanos a eso de las, no recuerdo. Él dijo “así que música”. Respondí “sí”.

Habíamos llegado al mismo lugar después de quizás cuántas vueltas por los mismos laberintos.
Fue esa luz con que sólo algunos ojos (y siempre otros) pueden iluminar los propios, sin que nada se esconda, como un develamiento recíproco. Ambos nos habíamos equivocado. Ese lugar no era paradero.

Bastaron diez minutos para.
La vida no tiene solución.

Lo busqué como quien busca una verdad, aún cuando su estupidez era evidente, aún cuando el juego de las escondidas se transformara en una seguidilla de ausencias a la hora acordada. En vano resultaba el intercambio de números telefónicos, hasta que

-Te busqué como quien busca un espejo para mirarse una herida.
Toda mi vida la había dedicado a contemplar coincidencias, me había hecho especialista en encontrar uniones donde nadie las veía, me había especializado en un oficio lleno de soledad. El ermitaño –como el mismo se decía- pensaba en las palabras y en las arañas, le gustaba escuchar a los viejecillos borrachos o medios delirantes en algún rincón de la calle, recorría la ciudad buscando historias, lanzaba piedras imaginarias contra la nueva época, entraba a las exposiciones de fotografías para hacer y deshacer el color, la luz y la sombra. Hacíamos las mismas estupideces, pero yo había decidido dejar de ser estúpida.

- Me paseo escuchando a los viejos borrachos y a cualquier delirante porque es allí, es allí donde está lo verdadero, en lo espontáneo, y no en esta porquería.
- ¿Y qué importa? ¿Y de qué te sirve saber que es aquí y no allá o allá y no aquí?
Lo interrumpí

De nada. La vida no tiene solución.
Y yo estaba ahí sentada escuchándolo como quien oye su propia voz en una grabadora.

Sacó una libretita para anotar los libros que le había recomendado, en mis manos puso dos objetos, dos regalos, dos detalles, dos universos. Y no estábamos ahí por disfrutar de la literatura, ni tampoco gracias al gusto por la cerveza. Éramos dos. Y eso era fantástico.

04 octubre 2007

Hoy cumpliría noventa años



Generalmente la gente se sabe la primera estrofa,
la invitación es a oírla completa.

Volver a los 17
( del disco Últimas Composiciones, 1966)

Volver a los 17
después de vivir un siglo
es como descifrar signos
sin ser sabio competente
volver a ser de repente
tan frágil como un segundo
volver a sentir profundo
como un niño frente a Dios
eso es lo que siento yo
en este instante fecundo.

Se va enredando, enredando
como en el muro la hiedra
y va brotando, brotando
como el musguito en la piedra
como el musguito en la piedra
Ay, si, si, si.

Mi paso retrocedido
cuando el de ustedes avanza
el arco de las alianzas
ha penetrado en mi nido
con todo su colorido
se ha paseado por mis venas
y hasta la dura cadena
con que nos ata el destino
es como un diamante fino
que alumbra mi alma serena.

Lo que puede el sentimiento
no lo ha podido el saber
ni el más claro proceder
ni el más ancho pensamiento
todo lo cambia el momento
cuál mago condescendiente
nos aleja dulcemente
de rencores y violencias
sólo el amor con su ciencia
nos vuelve tan inocentes.

El amor es torbellino
de pureza original
hasta el feroz animal
susurra su dulce trino
detiene a los peregrinos
libera a los prisioneros
el amor con sus esmeros
al viejo lo vuelve niño
y al malo sólo el cariño
lo vuelve puro y sincero.

De par en par la ventana
se abrió como por encanto
entró el amor con su manto
como una tibia mañana
al son de su bella diana
hizo brotar el jazmín
volando cual serafín
al cielo le puso aretes
y mis años en 17
los convirtió el querubín.