17 octubre 2007

Lo fantástico

La soledad tiembla cuando dos coinciden en una misma esquina.

No fue el gusto por las técnicas cinematográficas de los años, ni tampoco el gusto que compartíamos por los Stray Cats. Que me hablara de Antígona y el sentido de la tragedia griega, o que conversáramos hasta las cuatro de la madrugada sobre orquestas o mayéutica no me conmovía tanto como la torpeza con que él hablaba.

Fue la luz.

La primera coincidencia fue en la esquina de San Antonio con Huérfanos a eso de las, no recuerdo. Él dijo “así que música”. Respondí “sí”.

Habíamos llegado al mismo lugar después de quizás cuántas vueltas por los mismos laberintos.
Fue esa luz con que sólo algunos ojos (y siempre otros) pueden iluminar los propios, sin que nada se esconda, como un develamiento recíproco. Ambos nos habíamos equivocado. Ese lugar no era paradero.

Bastaron diez minutos para.
La vida no tiene solución.

Lo busqué como quien busca una verdad, aún cuando su estupidez era evidente, aún cuando el juego de las escondidas se transformara en una seguidilla de ausencias a la hora acordada. En vano resultaba el intercambio de números telefónicos, hasta que

-Te busqué como quien busca un espejo para mirarse una herida.
Toda mi vida la había dedicado a contemplar coincidencias, me había hecho especialista en encontrar uniones donde nadie las veía, me había especializado en un oficio lleno de soledad. El ermitaño –como el mismo se decía- pensaba en las palabras y en las arañas, le gustaba escuchar a los viejecillos borrachos o medios delirantes en algún rincón de la calle, recorría la ciudad buscando historias, lanzaba piedras imaginarias contra la nueva época, entraba a las exposiciones de fotografías para hacer y deshacer el color, la luz y la sombra. Hacíamos las mismas estupideces, pero yo había decidido dejar de ser estúpida.

- Me paseo escuchando a los viejos borrachos y a cualquier delirante porque es allí, es allí donde está lo verdadero, en lo espontáneo, y no en esta porquería.
- ¿Y qué importa? ¿Y de qué te sirve saber que es aquí y no allá o allá y no aquí?
Lo interrumpí

De nada. La vida no tiene solución.
Y yo estaba ahí sentada escuchándolo como quien oye su propia voz en una grabadora.

Sacó una libretita para anotar los libros que le había recomendado, en mis manos puso dos objetos, dos regalos, dos detalles, dos universos. Y no estábamos ahí por disfrutar de la literatura, ni tampoco gracias al gusto por la cerveza. Éramos dos. Y eso era fantástico.

6 comentarios:

Maximiliano dijo...

Eso me recuerda al día que te deje en el colectivo; despues me fui por paseo bulnes y un par de vagabundos me interpelaron. yo pense que me iban a asaltar pero me dieron vino en uno de esos vasos de plastico bien grandes, que venian con las seven up hace tiempo. Me preguntaron como estaba y yo les dije que weno, despues me preguntaron como me llamaba y se despidieron. La wea rara, fue como una venganza en buena onda. Claro que no se de qué.
Como va la vida proletaria?

tu peor pesadilla.. dijo...

es que a lo mejor ese siempre es el únic objetivo, aún cuando la vida no tenga solución, a veces sólo queremos hacer temblar a soledad.
saludos.

Anónimo dijo...

La evolución tiene algo positivo, querida Universo.
La falta de solución, también.
Saludos.
Feña.

onhirikA dijo...

me emocioné loca...caleta...me tembló adentro...
hay muchas partes que me golpearon...
te quiero amiga y te admiro...y te leo...y ssplaasshhh...

el universo se disperso...
perooo shhhh...
nadie lo sabrá;)
al menos cuál, no...
estoy media divagadora...

fin...(con puntos suspensivos)

Unknown dijo...

Simplemente hermoso como inicia tu historia, con una imagen potente y simple. Si bien se sobreentiende que aun se puede mejorar le texto, la historia es redonda y llena de particularidades que aportan.

Felicitaciones y aún esta en pie lo ofrecido….

Jorge G.


http://lafrasejusta.blogspot.com/

Anónimo dijo...

si es ficción, puede terminar mal...
si es real, va a terminar mal...



-Luis